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14 de agosto de 2006

La ultima puerta (cronica)

05:00 AM…
Jorge martines hizo lo mismo que hace cada mañana. Ducha y café bien negro para desesperesarce. Leyó el periódico diciendo lo que siempre decía al ver plasmado entre letras y fotos en blanco y negro como la violencia y muerte han aumentado como un virus…”si lo hiciera yo, nunca me encontrarían” sonriendo calladamente.
Esa mañana debía hacer unos trámites para cerrar un negocio con los proveedores, dio un beso a su mujer y miró desde la puerta a sus hijas durmiendo aún.
Al subir a la camioneta, alguien desde la oscuridad de la mañana se abalanzó hacia la ventana. Él dio un salto, dándose con el techo del vehículo y con el corazón palpitando con fuerza en el pecho. Aquel tipo le hacia señas para que bajara el vidrio, que quería hablarle, que nada le haría. A través del vidrio Jorge pudo distinguir unos rasgos familiares, boca gruesa, pelo corto y dorado. Era aquel chico…aquel con el que sacio una fantasía, que al recordarla le producía un hilo en la espalda. Engañando a su mujer, por los placeres prohibidos de un joven de su mismo sexo, a cambio de unos pocos pesos.
El chico miraba a través del vidrio con sus ojos verdes melancólicos, de su boca se desprendía el humo de un cigarrillo. Jorge bajo el vidrio y pudo intuir lo que el Rucio pretendía. Plata, un poco mas de plata, siempre era mas y mas. Desde el día en que sucedió lo que sucedió entre ellos, el rucio puso una cadena en el bolsillo de jorge, donde cada vez mas frecuentemente, tiraba un poco para comprar un poco de vicio y algo para mantenerse respirando, sino es lo mismo para él. Un tipo sin familia, sin hogar, sin nada que ganar o perder, por que su futuro no era mas que un sucio callejón sin salida…sus cartas ya estaban echadas.
Esta situación tenia alterado a jorge, por lo que no rendía bien en su almacén ni en el gremio del rubro donde se desempeñaba, este tipo de extorsión por guardar silencio, tenia en él a un ambiente tenso de trabajo, tenso con la familia donde los problemas se estaban volviendo cada vez mas frecuentes, a causa de la presión, del estrés de su cargo de gremialista, donde ya no se sentía cómodo, mientras el rucio tensaba cada ves mas la cuerda y su paciencia se acababa. Su presencia cada vez lo disgustaba mas, sus formas físicas de un joven de buena raza, no se parecían en nada a sus modales grotescos y vulgares, su aseo personal estaba pasando al olvido y su adicción a las drogas estaba dejando marcas reconocibles en su demacrado cuerpo. Al darle el dinero, el almacenero se sintió sucio, el asco hacia el rucio se propagaba por su cuerpo haciendo crecer en él la ira, las ganas de acabar con esto.

Al llegar de sus reuniones, se sentó en la parte de atrás del negocio donde se encontraba su oficina, una luz tenue iluminaba, el reloj de cuerda se oía en el silencio del lugar. Se hizo tarde, entre papeleo y papeleo, llamo a casa diciendo que tardaría, generando las recriminaciones de su mujer por no pasar tiempo con su familia, lo que se transformo en pelea y silencio al colgar de un golpe. Tenia en su mano un sobre cerrado con el timbre del estado, lo dejo para el final del día por que lo que debía decir, tenia que leerlo tranquilo y en un lugar seguro para él. El papel indicaba una investigación por acuso de fraude y malversación de fondos, además de abuso de cargo, acusado por sus colegas del gremio.
La rabia le subió por la sangre, aquellos que le palmoteaban la espalda, ahora lo acusaban, a él ¡¡¡…yo que siempre he sido correcto, que se han creído…el gremio, malditos corruptos, grito. Caminaba por su oficina rabioso y vociferando, fue al mueble y saco un revolver oscuro, lo miro un momento revisando su carga, habían tres balas, no las suficientes para encargarse de todo el gremio por cierto. Era un arma para seis balas, las primeras tres fueron usadas para ahuyentar a unos ladrones tiempo atrás, le gustaba tenerla en las manos cuando se sentía encerrado, era como una puerta abierta donde podía terminar con todo.

Dicen que la mala suerte algunas veces les da unas pasadas a algunos, para al fin acertarles el golpe final.

El rucio tenía la comezón de la angustia, se sentía mal y vacío sin drogas, no tenia a quien más acudir, así es que fue al almacén a eso de las tantas de la noche. El escenario que encontró fue la gota que renvalso el vaso.

Entro sin invitación a la oficina, mientras que en jorge la ira estaba apunto de emerger, tenia los ojos inyectados de sangre y sentía frió en las manos. El rucio dijo lo de siempre, pero agrego algo mas…- esta ves dame mas por que me quiero ir- al ver que jorge no se movía dijo – supongo que no quieres que hable sobre lo que hacías en los viajes del gremio, con otra gente aparte de tu esposa por cierto…
Ahí…justo ahí firmo su sentencia.

Algo hizo clic en la cabeza de jorge…un instinto psicópata escondido en su subconsciente, salio a la superficie, tomo por el cuello al rucio quien lucho, pero su estado físico era miserable. Lo golpeo y arrastro a la camioneta que estaba en la parte de atrás. La sangre de su cabeza mancho el asiento trasero. Jorge subió y dejo el revolver en el asiento contiguo. El odio, repulsión y las ganas de acabar con el problema de raíz, hizo que el lado oscuro de su personalidad usara sus deseos de venganza enfermiza, la que tenía como el plan perfecto, tan perfecto como repulsivo…
Condujo hasta un lugar erizo, lo ato y a patadas lo despertó, maldiciéndolo por joderle la vida, por ser una maldita sanguijuela, una astilla en su pie, pero eso ahora se acabaría…

- ponte de rodillas- dijo en voz que no admitía preguntas.
Y sin mediar mayores discusiones, puso el revolver en la nuca del muchacho disparándole, luego le disparo otra ves cuando estaba en el suelo…el placer que sintió le recorrió todo el cuerpo. Fuera de sí fue a la camioneta y saco un serrucho y una sierra, desmembrando al chico para esparcir luego sus restos, desfigurando antes el rostro, cortando sus huellas digitales, tatuajes, nariz y boca. Era un completo maniaco, ataba fuera de él, y lo sabia pero la mon6taña rusa ya estaba en marcha….
El espectáculo era grotesco, miembros cortados y envueltos en plásticos. Recorrió esa madrugada distintos puntos eriazos de la ciudad, tirando partes del muchacho, hasta que al rayar el alba, todo estaba echo. Limpio el interior de la camioneta y ordeno la oficina, en silencio continuo como si nada hubiese pasado, se cambio de ropa, quemo la ensangrentada. Volvió a casa esa mañana, se ducho y bebió su café negro.

Un perro sin linaje trajo un pie una mañana y la noticia exploto.

Dos semanas de investigaciones. Se identifico al tipo, el cerco se fue cerrando y en el centro estaba jorge, indicado como el protector del muchacho. El pánico hizo estragos en él. No dormía, no comía, el estrés y la culpa, lo demonios internos carcomían su alma y el miedo a ser desenmascarándolo inmovilizaba.

15:30, tres semanas de iniciada la investigación. Un grupo de cuatro policías fueron a interrogar a jorge al almacén. Dos quedaron a fuera y dos entraron. Por la ventana los vio entrar. El miedo le apretó el corazón, la sangre apareció en sus manos, los gritos, el pánico. Imágenes del chico echo pedazos. La sorpresa de su mujer, la vergüenza de sus hijas…
Corrió, tratando de ocultarse, pero los policías corrieron tras de él. Fue tras el cajón tomo el revolver y pensó…mi última puerta de escape…
Un tiro…
Sangre
Y silencio.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Querido Felipe acabo de leer tu cronica, super buena, siento tanto no haber comenzado antes a leerte, pero como se dice nunca es tarde, la ultima puerta me parecio conocida y muy tragica, al parecer los seres humanos nos horrorizamos de muchas cosas y no nos damos cuenta de gran calamidad que somos capaces de hacer. bueno seria que antes de hacer cosas pensaramos lo que nos puede significar en el futuro sea para bien o para mal. un beso Aida ximena