Felipe estaba un poco confundido y mas hiperquinetico que normalmente, su día había comenzado de manera casi normal, la pelea matutina de las mañanas y las recriminaciones de todo el tiempo que se terminaba dando portazos, entre él y sus padres.
Dado este amanecer, era claro que Felipe necesitaba salir de casa. Así fue que tomo prestado dinero de la cartera de mamá, y saco el auto que papá le había dado al cumplir los 17, y se fue a la casa del Negro, un micro traficante del sector éste de pueblo viejo.
Con el sol de las tres de la tarde Felipe llego a su destino, una casa pobre pintada de blanco, que seguramente después de su inauguración nunca más fue pintada, con un jardín en el que el poco pasto que tenía estaba seco y la reja ya no existía.
Felipe se acercó a la casa y un perro rotweiler le cerró el camino a ladridos amenazantes, en ese momento el Negro se asomo por la ventana y luego salió a la puerta apartando al perro y dejando entrar a Felipe.
El Negro era un tipo simpático y muy mentiroso, pero que a la hora de hacer dinero era un hombre serio y de relaciones casi rayando lo profesional, esto claro bajo las circunstancia que su trabajo era revender todo tipo de sustancias alucinógenas y por ende fuera de la ley, en fin era un vulgar delincuente, pero un delincuente simpático, aquella tarde estaba retozando en el sofá viendo el partido de fútbol de la jornada, solo con los calzoncillos puestos, así que cuando Felipe llego, salió así mismo a recibirlo, así y con unas pantuflas que parecían de piel de algún roedor.
- Oye vístete por favor, no me puedes atender vestido así- dijo Felipe con cara de asco.
El negro entro al cuarto y salió con una bata color rosa, que seguramente era de su ex novia, que se largo cuando vio que su novio prefería fumarse el dinero a comprar algo mejor donde vivir.
- Hola Felipe, hace días que no te veía, cuéntame que te puedo dar?
- Hoy quiero un poco más de la tierra de shakira, así que dame la especialidad de la casa.
- Sale un toque de dama blanca entonces de la más alta pureza, para mi mejor y esperado cliente.
- Así es que soy tu mejor cliente?
- Claro, tu prácticamente me compraste este living- comedor.- dijo el negro dando unas carcajadas.
Dando unas vueltas por la habitación, al fin el negro trajo consigo el polvillo blanco, el cual dejo en la mesa de vidrio separándolo en dos columnas. Felipe se encontró muy pronto drogado y eufórico; el negro aprovechó el momento para también asentarse unos toques y darse para sí la tarde libre.
- mi amigo Felipe, tengo un buen negocio para que nos quedemos con un par de kilos de esta maravilla.
- Este es polvo del cielo Negro, muy buena, Negro muy buena- decía Felipe con los ojos desorbitados.
- Me dieron veintidós mil dólares, para comprar dos kilos, esos que están ahí- mostrándole un maletín oscuro con hebillas doradas.- decía el negro bajando la voz.
- Y...que quieres hacer?, esa mierda nos va a traer problemas y lo que menos necesito son más problemas.- dijo Felipe.
- Calma Felipito, ya se te esta pasando el efecto, toma aspira, estas líneas las paga la casa. Lo que yo digo- decía seguro el Negro- es que a cualquiera lo pueden robar, digo, yo voy camino a dejar el encargo y de pronto unos tipos grandes con pistolas o, no, no, mejor con metralletas, se bajan de una camioneta me quitan el maletín y me golpean un poco, eso puede pasar Felipin, claro que puede pasar.
Rascándose la nariz, un tanto congestionada, Felipe asintió con la cabeza.
- pero, de quien es el encargo?- pregunto Felipe.
- De un viejo con plata, político parece que es, yo nunca lo he visto, siempre tengo que dejar el encargo en un auto a las afueras de la ciudad y luego irme sin más.
- No será un mafioso weon?- decía Felipe esculcando con la mirada el rostro del negro para ver si veía alguna señal de duda.
- Que mafioso y mis wéas son cuadradas, si nos robaron y punto, si mas encima nos pegaron, como van a creer que nosotras nos quedamos con los kilos y la plata.
- Oh...umm, lo que haríamos con veintidós mil dólares y los kilos- decía Felipe entrando en el nirvana.
- Haríamos tremenda fiesta. Dijo el negro siguiéndole el juego.
- Con hartas chicas, harto copete y toxico, hombre bien toxico.- respondió Felipe.
- Ese es mi Felipin, entonces estamos en la misma onda?
- Anótame en el primer acto de la obra “el robo al político”, ja ja ja. decía Felipe.
- Esto debemos hacerlo mañana en la noche, esa es mi fecha de entrega, así que nos juntamos a eso de las siete, nos vamos a tomar unos tragos, siempre con nuestro maletín a la vista para tener una cuartada por si acaso, luego nos vamos al cerro, nos agarramos a combos y luego a actuar para que la otra semana se inicie la partuza¡¡¡- decía mas que entusiasmado el Negro con los ojos rojísimos.
- Siii, la partuza, humm hu woo- respondía un muy drogado Felipe.
Claro que Felipe no sabia lo que en realidad se le venia encima, un gran problema, como un camión con carga explosiva.
Llegaron las siete, y Felipe y el Negro se encontraron en el Bar Mitzva, donde se tomaron unos tragos, riéndose y celebrando por adelantado el plan que habían ideado cuando sus cerebros estaban navegando sobre polvo blanco. Siguieron con el plan, fueron al cerro Tololo, distante unos tres kilómetro de la ciudad y se trenzaron a golpes quedando en un estado lamentable, luego tomaron el auto y lo condujeron por la autopista, hasta el punto acordado, donde esperaron que llegara la hora de actuar.
Luego de unos minutos de haber estacionado el auto, llego otro con los vidrios polarizados de donde se bajo un hombre corpulento de traje y anteojos, aunque ya eran la once de la noche, que hablando por celular se acerco al auto donde estaban los, en ese momento mejores actores del país. Al ver que el hombre se acercaba los chicos se bajaron del auto y fueron a su encuentro.
- tu trabajo es dejar el encargo e irte, que mierda haces aquí- dijo el hombre en tono desafiante.
- Oye hombre, nos atacaron, mira como nos dejaron, nos quitaron todo.
- Apenas logramos llegar para avisarles, a lo mejor todavía podemos pillar a esos hijos de perra que nos robaron- decía el Negro, en una actuación brillante.
El hombre se quedaba callado mientras los chicos le contaban la historia del robo, y la manera como se hacían las victimas.
- oh vamos a tener problemas hombre.- dijo el tipo de traje- tomó el celular, llamó, recibió instrucciones y colgó- súbanse a mi auto- dijo de manera seca como para no tener que repetirlo.
- Pero¡¡, si te digo que todavía podemos pillar a los ladrones hombre, vamos¡¡.-decía el Negro entrándole el pánico.
- Sube al auto te digo, el jefe quiere verlos en persona y escuchar su historia.
- Ah, bueno si el jefe quiere, pues vamos no hay problema. El que nada hace nada teme cierto Felipito- dijo el Negro que buscaba una mirada de complicidad que no encontró en Felipe que estaba demasiado concentrado tratando de mantenerse tranquilo sin delatarse.
- Cierto -dijo al fin Felipe luego de unos segundos que al Negro le parecieron horas, mas nervioso que ratón en fiesta de gatos, sudando copiosamente.
Una vez dentro del auto, llegaron al Bar Buena vista Paraíso, en donde el jefe tenia un cuarto especial para tratar todo lo referido a sus negocios.
Allí llegaron los chicos escoltados por un par de hombres armados quienes los dejaron sentados al rededor de una mesa alumbrada por una lámpara.
Cuando el jefe llegó, fue al bar de el cuarto, sirvió tres tragos de ron y se los sirvió a los chicos y uno para él.
- me dicen mis hombres que tienen una muy buena historia que contar.
haber Negro cuéntamela, con detalles, no olvides los detalles- dijo el jefe, un hombre de unos cincuenta años, que se vestía con camisas guayaberas, sombrero blanco, un habano en la boca y sus manos llenas de anillos.
- Bu..bu..bueno estábamos mi amigo y yo en el Bar Mitzva, tomando unos tragos para hacer la hora. Cuando nos fuimos de allí unos tipos nos siguieron Hasta el estacionamiento y nosotros arrancamos a toda velocidad en el auto, pero estos tipos estaban locos, no siguieron y nos cerraron el paso con su auto, luego se bajaron tres tipos, nos tomaron por la camisa y nos dieron una zurra. Se llevaron un poco de plata que tenia y el maletín con el encargo.- dijo el negro, todo lo que había memorizado la noche del plan.
La historia por supuesto no tenia ninguna significancia para el jefe, el que ya había tomado el veredicto en donde él actuaba como abogado, juez y verdugo en todo lo referido con sus negocios, y que ya tenia para este par de pillos.
- Negro sabes, yo soy viejo y la vida me ha enseñado a proteger mis inversiones así que como la inversión que tenia en tí no era menor te hice investigar y sabes?, ya sé que todo lo que me dices es una mentira. Y eso, por lo que veo, es por que tu no me respetas, y sin respeto no podemos seguir teniendo negocios juntos.
- Pero jefe si le juro que es verdad, yo lo respeto, y todo, pero es verdad nos golpearon y nos robaron- decía en forma de suplica el Negro.
Felipe estaba cayado mirando a ese señor de sombrero blanco como cambiaba de tono de voz, cada vez mas áspera y color de piel, primero un tono moreno y luego a un rojo o morado.
- Ha, cierto te golpearon- dijo irónicamente el jefe, ya con sus ojos encendidos de furia-y eso fue antes o después de drogarte con mis kilos.- mirando con una mirada glacial. Maldito hijo de puta, crees que me vas a ver la cara a mí.- levantándose de la silla saco un revolver de su espalda, se la puso directamente entre los ojos al Negro y apretó el gatillo.
El estruendo fue ensordecedor.
El lugar en donde estaban era una sala que aislaba el ruido al exterior, y era propicio para ejecuciones de este nivel.
Silencio.
Silencio, y una niebla evaporada que se desprendía del cañón del revolver.
Lo siguiente fue sangre por todas partes, la pared, la mesa. Felipe que se encontraba al lado del ejecutado, incluso tenía restos de los sesos del Negro esparcidos en su camisa. Ahí sí que se puso a temblar, le dio un shock nervioso y se desmayo.
Despertando no veía bien, era algo borroso, sentía la cabeza abombada. Cuando quiso llevarse las manos a ella, se dio cuenta que las tenia amarradas a la espalda. La sangre se estaba acumulando en su cabeza, cuando pudo al fin estar totalmente conciente de su estado, se dio cuenta que estaba en otro sitio diferente del bar y amarrado por los tobillos boca abajo, con una cuerda que estaba apunto de cortarse. El pánico lo hizo tambalear, asiendo que la cuerda cediera, cortándose y dejando que el cuerpo inerte de Felipe cayera de una manera estruendosa.
Luego de luchar por soltarse se dio cuenta que no seria posible, paso los brazos por debajo de las piernas para dejar que pudiera sacarse la mordaza que obstruía su boca, se levantó como pudo, y a saltos salió del angar donde lo habían dejado abandonado.
Al cabo de tres horas logro que en una gasolinera le ayudaran a cortar las cuerdas que le oprimían los tobillos y las muñecas.
Donde estoy? - Pregunto Felipe al hombre que lo había ayudado, un tipo pelirrojo, de cara pecosa y delgado, vestido con un overol que en un mejor tiempo había sido blanco, en el bolsillo de su pecho se leía Mario aunque seguro que ese no era de él ya que le quedaba claramente mas grande.
Está en Santa maría, dijo el hombre con un acento sureño y una amarillenta sonrisa, al notar el desconcierto de Felipe.
En santa María!!!, mierda estoy a mas de cinco kilómetros de pueblo viejo,- tanteándose los bolsillos- y no tengo ni un peso. Tiene un teléfono que pueda usar?
- Si no tiene dinero entonces no tengo teléfono, dijo el hombre borrando la sonrisa que antes había usado.
- Vamos, debe haber una forma, necesito llamar por teléfono.
El hombre miro de cuerpo completo a Felipe y dijo- creo que sé como puede funcionar esto.
A los cinco minutos Felipe estaba marcando el numero de Fernando.
-Halo Fernando? Soy yo, necesito que me ayudes.
-Sí ?, - bostezando de buena gana a través del teléfono- oye espero que sea grave, son las cuatro y media de la mañana.
-Solo escúchame, y no me preguntes nada todavía, necesito que te consigas un auto, estoy en Santa María y no tengo como volver, si me quedo aquí mas tiempo voy a terminar mal.
-Pero... dijo Fernando.
-Rápido po` weon después te cuento todo, estoy metido en el media cagá.
Fernando sintió la desesperación de Felipe y dijo lo único que podía decir para que éste se dejara de preocupar.
- Voy para allá.
Al colgar el teléfono Felipe sintió el frío de la noche de Santa María, soplándole sus, ahora, pies desnudos.
-Pelirrojo de mierda, eran mis mejores zapatillas.
Ante que llegara Fernando, Felipe trato de dormir un momento pero las imágenes de la cabeza despedazada de el Negro se le presentaban no dejándolo descansar. Se levanto y fue al baño de la gasolinera, se mojo la cara y se seco con su camisa, al llevarse las manos a los bolsillos, Felipe sintió un trozo de papel en ellos, lo saco y lo leyó.
Si estas leyendo esto es que te lograste liberar en un tiempo record, pero te recomiendo no estar muy contento, tu participaste en el engaño de el Negro y si te diste cuenta tus documentos ya no los tienes.
Sabemos quien eres y donde vives, si no entregas lo que robaste tu vida será un infierno, no tendrás el final de el Negro, no, lo tuyo será lento, y doloroso. Tienes hasta el viernes para traer la mercancía o el dinero, sino date por muerto.
Al terminar de leer la carta Felipe sintió un estremecimiento en su cuerpo, el temor se apoderaba de su mente y no sabia que hacer. debía encontrar rápidamente una solución.
-la mercancía, ya se la habían consumido el fin de semana, y no tenia ni un peso, son veintidós mil dólares, hasta el viernes y ya era martes, mierda de donde saco.- una gota de sudor callo por las sienes de Felipe.
Si por lo menos pudiera contar con el apoyo de su padre y por consiguiente con su chequera, cosa que ya no tenia solución, su relación era en estos momentos un poco menos que nula, de las cosas que poseía como el auto, el TV, discos, ropa, igualmente no lograba acercarse siquiera un tercio del total del dinero que necesitaba, las ideas se le truncaban en la cabeza, se veía en un callejón oscuro, húmedo y sin salida.
Historias anteriores
19 de mayo de 2006
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario